La hormona de la felicidad de la que tanto se habla en los últimos tiempos es en realidad un complejo entramado de hormonas con funciones bien diferenciadas. Mientras que la dopamina se encarga de regular el placer y la motivación, la serotonina calibra el estado de ánimo y las endorfinas se ocupan básicamente de producir bienestar.
En un sentido estricto, tan solo estas últimas podrían tipificarse como hormonas de la felicidad, aunque es el balance entre todas ellas lo que crea individuos válidos emocionalmente.
Para ponerte en contexto hemos preparado un glosario con los términos clave involucrados en este intrincado químico que define, en gran medida, quiénes somos y cómo reaccionamos antes los estímulos vitales.
¿Qué son las hormonas?
Las hormonas son una especie de mensajeros químicos que se encargan de motivar las funciones fisiológicas. Son células especializadas producidas por glándulas endocrinas o distribuidas en formas de células epiteliales que tienes la misión de influir en el funcionamiento de otros organismos microcelulares.
Es conveniente diferenciar las hormonas de los neurotransmisores, aunque en ocasiones es verdaderamente difícil separar su tipología.
El concepto fue planteado por primera vez en 1855, cuando Claude Bernard intuyó su función, aunque dejo una definición general que durante el siglo XX sería precisada con nuevas aportaciones. Durante este siglo se comenzó a sintetizar hormonas en el laboratorio y actualmente se utilizan de forma habitual en tratamientos para la depresión o el insomnio.
¿Cómo actúan las hormonas en el organismo?
Tal y como decíamos, las hormonas se encargan de portar ordenes y activar ciertas funciones vitales que, en ocasiones, tienen un efecto directo sobre nuestro marco emocional. Después de su liberación, comienza un proceso paulatino de degradación que tiene como objeto menguar el efecto de la hormona para ser, en última instancia, destruida por el organismo.
¿Qué es la serotonina?
La serotonina es la gran desconocida entre estos tipos de hormonas encargadas de hacernos felices. En el ámbito clínico se la conoce como la hormona de la felicidad y del humor, puesto que influye determinantemente en el estado de ánimo, controla el sueño, el apetito y la presión.
La liberación de serotonina tiene lugar en aquellos momentos que suponen una especial recompensa para el individuo, como, por ejemplo, un ascenso en el trabajo y el posterior reconocimiento del entorno social cercano
Se sintetiza en el aparato gastrointestinal y en el sistema nervioso central, aunque no es exclusiva de los humanos. Por el contrario, también se encuentra presente en ciertas plantas, hongos y vegetales.
¿Qué es la dopamina?
La dopamina es un poderoso neurotransmisor que maneja información dentro del sistema central. Se genera en el sistema nervioso y produce una sensación de motivación y placer presente en la mayoría de individuos estables.
La dopamina se sintetiza orgánicamente en el tejido de las glándulas suprarrenales y promueve un aumento del ritmo cardíaco. En ciertos casos, su liberación supone una mejor gestión de la presión sanguínea. Actúa en el cerebro y tiene, por lo tanto, una influencia notable en el comportamiento, la percepción cognitiva, la función motora y los mecanismos de recompensa.
Una disminución en los niveles de dopamina suele ocasionar patologías como el Parkinson o la Distonía, ambos trastornos que afectan al movimiento del paciente, produciendo contracciones involuntarias en el entramado muscular.
Oxitocina: la hormona de los vínculos
Esta hormona es la encargada de reforzar los vínculos entre nuestros congéneres y son muchos los ámbitos de nuestra vida personal sobre los que tiene un efecto evidente. También es conocida como la hormona del amor, puesto que perpetua las relaciones entre las parejas e incrementa el papel de la fidelidad como elemento de cohesión familiar.
Además, desempeña un rol muy señalado en la relación entre la madre y su progenie y del mismo modo, entre los demás miembros de la familia. A raíz de este descubrimiento se empezó a producir oxitocina de forma sintética, aunque recientes estudios desaconsejan su utilización en madres recién dadas a luz.
También afecta a las relaciones sexuales. Actúa haciendo más sólido el vínculo de los amantes y provoca una sensación de placer amplificada, puesto que una de sus directrices principales es precisamente la de aumentar las posibilidades de cohesión romántica.
En el plano estrictamente sexual, la oxitocina ayuda a contraer las fibras musculares encargadas de producir el orgasmo o la eyaculación.
La oxitocina es un oligopéptido compuesto por nueve aminoácidos, una composición molecular bastante sencilla, pero con un efecto demoledor sobre nuestra capacidad de entender a los demás. Se produce en el hipotálamo, estando enraizada al sistema nervioso central una vez resulta liberada desde la hipófisis (otra glándula cerebral que sirve de almacén para ella).
Al margen de su rol como elemento químico de cohesión humana, la oxitocina también está involucrada en los procesos de aprendizaje y memorización, en la capacidad de reconocimiento facial y de forma muy especial, en la gestión de la inteligencia emocional.
Este último concepto hace referencia al proceso de reconocimiento de las emociones en nuestros semejantes, algo básico para desenvolverse con soltura en escenario humanos.
¿Cuál es la hormona del estrés?
El cortisol es la hormona encargada de elevar los niveles de estrés de nuestro cuerpo. Para qué, te preguntarás, bien, nada sucede por casualidad en el organismo humano y el caso del cortisol tampoco es una excepción. El estrés nos aporta un extra de reactividad antes las situaciones imprevistas o peligrosas que aparecen en nuestra vida.
El cortisol es la respuesta que aporta nuestro cuerpo ante un entorno de emergencia. Piensa que nuestro organismo rinde al 90% en términos energéticos, y la reparación de tejidos se sucede a un ritmo más lento.
Si se produce una situación de amenaza, los niveles de esta hormona se disparan provocando una liberación masiva de glucosa que será transmitida a los músculos para obtener un extra de energía. De este modo somos capaces de realizar proezas físicas que de otro modo serían imposibles.
Si el estrés se presenta de forma esporádica, los niveles de cortisol recuperan un estatus normal sin ningún problema, pero si se mantiene de forma constante, tal y como sucede con nuestros hábitos de vida modernos, el cerebro no deja de requerir glucosa que debe obtenerse a cualquier precio. Nos estamos refiriendo a la destrucción de tejidos, proteínas musculares o ácidos grasos.
¿Cómo afecta todo esto a la felicidad? Es normal pensar que mientras se mantengan en un nivel equilibrado las hormonas de la felicidad citadas con anterioridad podemos ser completamente felices, incluso a pesar del ritmo antinatural al que vivimos en estos tiempos. La respuesta no es tan sencilla y los investigadores no dejan de encontrar nuevos efectos negativos asociados a la presencia de altas cantidades de cortisol en el organismo.
Algunos síntomas muy obvios provocados por unos niveles inusualmente altos de cortisol son la falta del sentido del humor, irritabilidad extrema, ira y ganas de llorar. En cuanto a sus consecuencias físicas encontramos dolores de cabeza, hipertensión, palpitaciones, problemas digestivos, diarrea habitual y palpitaciones.
Para terminar, recordamos la importancia de buscar el equilibrio en nuestra vida y hacer siempre caso a nuestro cuerpo.
Intentar replicar el efecto de algunas hormonas exponiéndonos a situaciones de recompensa constante o tomando suplementos farmacológicos que nos “ayuden a estar mejor” puede provocar el malfuncionamiento de nuestro aparato endocrino, lo cual terminará haciéndonos más infelices a largo plazo.