¿Alguna vez has oído hablar de la autofobia? Si estás pensando que se trata de un temor desmedido a los automóviles, te equivocas. La autofobia es el miedo a la soledad irracional o, mejor dicho, el miedo a sentirse solo.(1)
Cómo veíamos en algún otro artículo, los seres humanos somos seres sociales y, por lo tanto, es natural que queramos sentirnos incluidos dentro de un grupo.
De alguna u otra forma, desde que somos muy pequeños, vamos perteneciendo a distintos grupos sociales: la familia, la escuela, el equipo de fútbol, el trabajo. De este modo, generamos vínculos afectivos que nos mantienen en contacto con otras personas.
La convivencia con otros seres humanos nos enseña, nos da soporte, protección y afecto.(1) Pensemos por un instante qué pasaría si en el mundo no tuviéramos absolutamente a nadie con quien contar, ni un familiar, ni un amigo, ni un compañero.
Si todas las demás personas en la tierra fueran totalmente extrañas y desconocidas. Si nadie se preocupara por nosotros y por nuestro bienestar. Nos sentiríamos aislados, abandonados y olvidados. En definitiva, nos sentiríamos débiles y vulnerables.
Es más, o menos así cómo se sienten las personas que sufren de autofobia. Les da muchísimo miedo a que llegue el momento de su vida en el que no cuenten con nadie más que consigo mismos. Le temen al aislamiento, pues de alguna manera sienten que no serían capaces de salir adelante sin la ayuda de otros.
Este temor irracional los lleva a aferrarse con firmeza a aquellos vínculos que van generando, bien sea una amistad, un pariente o una pareja. A veces sus relaciones interpersonales son conflictivas y causan sufrimiento, sin embargo, consideran que es mejor una relación tormentosa que la temida soledad.
¿Cómo reconocer a una persona con autofobia?
Toma nota de los rasgos más distintivos en las personas que sufren de miedo a sentirse solas:
1. Soledad física
A las personas que desarrollan esta fobia no les gusta estar solas, buscan constantemente la compañía de otras personas y evitan tener que pasar tiempo a solas lo más posible.
Por ejemplo, para un autofóbico puede resultar insoportable la idea de quedarse solo en casa. Podría aceptar estar en la misma casa con otra persona, aunque no estén en la misma habitación, o no compartan tiempo juntos, pero el solo hecho de saber que hay alguien más le tranquiliza.
Existen también casos extremos en los que no les bastará con una compañía lejana en otra habitación, y sentirán la necesidad de estar físicamente en el mismo lugar que la otra persona.
2. Soledad emocional
No es lo mismo estar solo que la soledad. Muchas veces lo que realmente asusta a estas personas no es pasar unos minutos a solas, sino el sentimiento de soledad, de abandono, de no pertenecer a ningún lugar.
Por eso es probable que para algunos de estos pacientes no sea tan necesaria la presencia física del otro. Lo que requieren es sentirse “conectados” con alguien.
En este mundo moderno, donde nuestras comunicaciones e interacciones son cada vez más virtuales, no es de extrañar que las personas con temor a la soledad estén constantemente enviando mensajes por el móvil, conversando por teléfono o revisando sus correos electrónicos, ya que de este modo se sienten acompañados, aunque la otra persona no esté físicamente a su lado.
¿Qué pasa entonces cuando no le contestamos el teléfono a esta persona? Muy probablemente empiece a sentir una fuerte angustia, le invade un sentimiento de abandono, de no importarle al otro, y eso lo atormenta.
3. Relaciones tormentosas
Las personas con miedo a la soledad generan vínculos afectivos complejos, son personas muy demandantes, requieren altos grados de atención y tienen un fuerte temor a ser abandonados. Esto, sin duda, no es fácil de sobrellevar por las personas de su entorno y especialmente por sus parejas.
Adicionalmente estas personas suelen iniciar relaciones de pareja con personas que son también complicadas.
No es raro, por ejemplo, encontrarnos con una pareja donde ella tiene miedo estar solo y él es un maltratador, así la violencia doméstica se vuelve parte de su día a día; sin embargo, ella puede preferir tener a su lado a un hombre maltratador antes que estar sola.
Las personas con fobia a la soledad prefieren una mala relación, llena de dolor y sufrimiento, porque consideran que la soledad sería más difícil de soportar.
4. Sentimiento de minusvalía
Cuando le preguntamos a la persona por qué necesita sentirse todo el tiempo acompañada, o por qué no puede realizar determinadas acciones sencillas (como hacer las compras) sin compañía, su respuesta más frecuente suele ser: “es que no puedo hacerlo solo”.
De alguna manera, estas personas se sienten indefensas, incapaces, sienten que dependen de los otros para todo: para hacer las compras, para decidir qué ropa ponerse, para salir a la calle, y muchas otras cosas más.
Les cuesta mucho ser autónomos, pues siempre han entregado la responsabilidad de sus vidas a otras personas, a sus padres, a sus parejas, a sus amigos, etc.
5. Sentimiento de vergüenza y culpa
La autofobia, al igual que todas las fobias, es un miedo irracional, es decir, no existen razones para creer que algo catastrófico nos ocurrirá si nos quedamos a solas por un tiempo. Sin embargo, la angustia que experimentan estas personas es tan grande como si se tratara de una amenaza real.
Cuando se les hace notar que en realidad estar solos no es algo de temer, son capaces de reconocer lo irracional de su miedo. Pero esto no hace que el temor cese, por el contrario, genera en ellos sentimientos de vergüenza y culpa por sentirse así, y por no poder evitar esta sensación.
¿Cómo nace el temor a la soledad?
Aunque no se tiene una sola respuesta a esta pregunta, todas las investigaciones y evidencias apuntan a que la raíz de este problema se encuentra en la primera infancia.(1)
Cuando somos bebés, dependemos totalmente de la madre o cuidador. No podríamos sobrevivir sin los cuidados de un adulto. Mientras vamos creciendo de a poco vamos conquistando nuestra independencia. Así dependemos cada vez menos de otras personas, hasta que llega el día en que somos capaces de valernos por nosotros mismos.
Sin embargo, ¿qué pasa si desde muy pequeños nuestras necesidades no eran atendidas como se requería? ¿Qué pasa con aquellos bebés que no reciben los cuidados necesarios? Por ejemplo: ¿Cómo se sentirá un bebé que llora durante mucho rato sin que nadie venga a ver qué es lo que necesita?
Muy probablemente se generará en el bebé un sentimiento de abandono, de desprotección, y buscará por todos los medios evitar ser abandonado, ya que su misma supervivencia depende de ello.
Se podría, por ejemplo, convertir en un bebé muy aferrado a su madre, que no comparte con otros adultos, o lo hace con dificultad, y que todo el tiempo requiere de la presencia de la madre para sentirse seguro.
Ese sentimiento de abandono tal vez lo acompañe el resto de su vida, tal vez de adulto traslade la figura de la madre a alguien más, como por ejemplo su pareja, pero en el fondo seguirá siendo ese niño pequeño asustado que teme que su protector se aleje y lo abandone a su suerte.
Pero no solo el descuido de los cuidados genera inseguridad y sentimientos de minusvalía a largo plazo, ocurre también cuando los cuidados son tan extremos que terminan limitando la autonomía de la persona.
Pensemos esta vez en un niño un poco más grande de unos 3 años. El niño quiere vestirse solo, pero la madre, al ver que al niño le cuesta decide hacerlo por él; el niño quiere comer solo, nuevamente la madre considera que el niño no puede y lo hace por él. Cuando el niño crece un poco más, ya tanto él como la madre se han acostumbrado a que la madre lo haga todo.
Este niño ha aprendido entonces que él no puede, que él no es capaz y que necesita de su madre para poder superar las pequeñas dificultades del día a día.
No sería raro entonces que cuando llegue a adulto este niño pequeño busque siempre a otros que le ayudan con aquello que no puede realizar; por eso necesita que alguien más decida por él, haga las cosas por él, o en buena cuenta que le brinde la confianza de la cual carece.
De este modo, tanto el bebé que sintió desde muy temprano el abandono y el desinterés, como el niño que nunca logro hacer nada por sí mismo porque para eso siempre estuvo su madre, cuando sean adultos sentirán que el mundo es un lugar peligroso y difícil al cual no pueden hacerle frente ellos solos. Ellos “necesitan” que alguien les acompañe en la vida, solos no pueden.
¿Cómo vencer el miedo a la soledad?
La autofobia es un problema profundo y complejo. No nos debe sorprender, entonces, que su tratamiento requiera ser igual de profundo y complejo. El tratamiento puede ser largo y paulatino, y básicamente se basará en dos puntos:
1. Medicación
Dependiendo del caso y de la gravedad de los síntomas ansiosos que presente la persona, muy probablemente requiera de fármacos que ayuden a controlar la ansiedad de la persona.(2) El tratamiento farmacológico debe ser suministrado y controlado por un médico especialista en el área de salud mental.
Lo que se busca con la medicación es mantener controlados los niveles de ansiedad, de modo tal que la terapia psicológica pueda dar mayores frutos.
2. Psicoterapia
Con la ayuda de un terapeuta profesional necesitamos encontrar la causa de estos sentimientos de abandono y minusvalía para así poder desactivarlos. Este proceso suele ser complejo, pues generalmente estos sentimientos se han generado en edades muy tempranas.(2)
Adicionalmente la psicoterapia nos ayudará a aprender nuevos y mejores hábitos, a enfrentarnos con nuestros miedos y derrotar a nuestros propios fantasmas. Así deberemos ir aumentando nuestra independencia personal y nuestra autoestima, fortaleciendo paulatinamente nuestro ser, hasta llegar, por qué no, a disfrutar de nuestros momentos de soledad.
En conclusión, podemos decir que el temor a la soledad suele ser un miedo a la soledad instalado en lo más profundo de nosotros mismos. Este temor puede llegar a alterar nuestras vidas de modo tal que nos impida desarrollarnos y vivir plenamente.
Por lo tanto, si consideras que tu miedo a estar solo está limitando tu vida, o si conoces a alguien en tu entorno que tiene estas características, no dudes en buscar ayuda. Recuerda que siempre hay una manera de mejorar y que todos nos merecemos una vida más plena y más feliz.