Cómo controlar la ira

Todos hemos sentido en algún momento enfado. A veces, esa emoción se intensifica, se desborda y se convierte en ira. Aunque es perfectamente normal sentir ira, cuando este estado nos invade con demasiada intensidad o con demasiada frecuencia puede traernos serias dificultades en nuestras vidas.

Por lo tanto, aunque el enfado no es necesariamente malo, las consecuencias que conlleva sí pueden llegar a serlo, por lo que necesitamos aprender a controlar la ira antes que ella termine por controlarnos.

¿De dónde proviene la ira?

Generalmente la ira es provocada por situaciones que encontramos desagradables, con las que nos sentimos amenazados o que nos frustran. La ira puede ser la forma que tenemos para expresar que no queremos vivir o experimentar esa determinada situación.

¿Qué es la ira?

Para saber cómo controlar la ira, tenemos que entender primero qué es y cómo surge. Empecemos, entonces, por definir la ira:

Según el diccionario puede definirse la ira como “un sentimiento de enfado muy grande y violento”. Puede afirmarse, por tanto, que la ira es un enfado es un estado que al ser intensificado, tiende a generar comportamientos de violencia.

La ira va acompañada de una serie de cambios a nivel fisiológico: se acelera el ritmo cardíaco, aumentan los niveles de adrenalina y noradrenalina en la sangre, o se tensan los músculos, entre otros.

En general, nuestro cuerpo se prepara para presentar una conducta de defensa ante lo que considera una situación amenazante, lo cual no es necesariamente malo. Imaginemos a una persona que jamás se enfada, que siempre está calmada ¿Qué pasaría? Pues muy probablemente se convertiría en una persona indefensa, incapaz de hacer valer los propios derechos, lo que sin duda tampoco es una situación ideal.

Pero una cosa es mostrar nuestro enfado y hacer valer nuestros derechos y otra muy distinta es actuar sin pensar, reaccionando desproporcionadamente, yendo en contra de los derechos de los demás.

La ira es una emoción intensa, que crece con gran rapidez dentro de nosotros mismos, por lo que muchas veces nos percatamos de lo desmedido de nuestras respuestas cuando ya es demasiado tarde.

Cuando queremos controlar nuestra ira tenemos varios caminos. Podemos intentar calmar esos sentimientos o, más bien, controlarlos.

como calmar la ira

Cómo controlar la ira

Teniendo en cuenta todos los factores señalados antes, señalamos 5 pasos que te ayudarán a gestionar y controlar tu ira de forma más adecuada:

1. Procura tener hábitos de vida saludables

Para mantener nuestro equilibrio emocional es importante lograr primero un equilibrio físico. Por ello, necesitas comer de manera sana, dormir lo suficiente por las noches y hacer ejercicio.

Cuando nuestro cuerpo está bien nuestro estado de ánimo mejora. Por el contrario, cuando pasamos una mala noche o nos duele la barriga, afecta a nuestro estado de ánimo y nos encontramos más irritables

2. Reconoce tus emociones

Para poder gestionar y controlar adecuadamente la ira, lo más adecuado es no dejar que esta aparezca o, mejor dicho, no permitir que esta emoción crezca tanto que se haga incontrolable.

Por lo tanto, es necesario que aprendas a reconocer tus propios estados emocionales, de tal modo que cuando percibas que la rabia y el enojo están creciendo en ti, puedas detenerlas antes de perder el control.

3. Evita situaciones estresantes

El autoconocimiento es una parte fundamental del autocontrol. Primero observa y analiza cuáles son las situaciones que generalmente te hacen perder la paciencia. Una vez las tengas identificas procura no exponerte a ellas.

Si, por ejemplo, el tráfico o la conducción suele activar el enojo, evita conducir en horas punta. Si la sobrecarga de trabajo te mantiene en mucha presión, analiza qué parte de tu trabajo puedes delegar.

Sin duda, habrá situaciones que no puedas evitar, como discutir con la pareja o algún infortunio de origen ambiental, azaroso. En esas circunstancias te tocará lidiar con la situación, pero aquello que puedas evitar, por lo menos durante algún tiempo, será mejor evitarlo.

4. Aprende técnicas de relajación y autocontrol

Aunque lo ideal es no alcanzar la situación que desata tu ira, si ya te encuentras en tal estado es necesario que emplees técnicas que te permitan recobrar el control.

Las técnicas de respiración son las más utilizadas para estos fines. Las respiraciones profundas y pausadas oxigenan nuestro cerebro y nos dan esos segundos de reflexión que son tan necesarios para controlar la ira. Aprende una de estas técnicas, junto con algunas otras de relajación muscular.

Todo esto, te servirá tanto para manejar el estrés cotidiano como para calmar tus emociones cuando el enfado aparezca. También puedes realizar alguna técnica de meditación como Vipassana o Yoga que ayuden a mantener la calma y la serenidad en tu cuerpo y mente.

5. Aprende a hacer liviandad

Ser liviano no es sino ir soltando aquellas “cosas” que nos cargan y van haciendo pesada nuestra “mochila”. A veces le otorgamos a los problemas más importancia de la que tienen y en otras ocasiones nos preocupamos más de la cuenta por temas sobre los cuáles no tenemos control.

Esto se refiere a que no siempre todo lo que viene a nuestra mente es verdad, por lo que será necesario que aprendas a evaluar los pensamientos que detonan los estados de enojo que llevan hacia la ira.

Toma las cosas más deportivamente, viaja ligero de equipaje, no te cargues con preocupaciones innecesarias. Todas esas cosas que llevas encima alteran tu estado de ánimo y te hacen más vulnerable a ser presa de la ira y el descontrol.

Cómo controlar la ira

Cómo calmar la ira

Para poder calmar nuestra ira lo más adecuado es lograr expresar nuestros sentimientos y emociones de una manera más adecuada y fluida. Es decir, no se trata de señalar que no pasó nada, sino de expresar qué fue lo que generó nuestro enojo y, en consecuencia, buscar una posible solución.

Sin duda, para poder expresarnos sin enfurecerse lo primero que debe lograrse es intentar salir de la emoción violenta que es la ira.

Cuando damos cabida al enojo y al enfado, estas emociones van creciendo cada vez más hasta volverse incontrolables. Por lo tanto, debemos detenernos un momento, recuperar el control sobre nuestra conducta y expresar nuestro sentir sin las manifestaciones de agresividad propias de la ira.

Lograr calmar la ira puede no ser una tarea fácil, sobre todo si hemos dejado que esta emoción haya aumentado demasiado. Un reconocimiento temprano de la emoción que nos embarga nos ayudará a calmarnos a tiempo.

Cómo contener la ira

Cuando nos demos cuenta que dar rienda suelta a la ira puede generarnos problemas, entonces podremos buscar cómo contenerla. En este caso, estamos hablando de contenerla como una forma de esconderla, de no dejarla aflorar, de “guardarla” en un rincón e intentar continuar como si nada hubiera pasado.

Aunque esto puede parecer una buena idea inicialmente, es probable que no sea la reacción más adecuada. Negar nuestros sentimientos y emociones no hace que estos desaparezcan. Por el contrario, hace que se tornen más difíciles de manejar.

Si, por ejemplo, estamos muy molestos, pero no queremos vernos iracundos actuaremos como si nada nos molestó. Nuestra molestia seguirá ahí, contenida, “encerrada” como un león enjaulado. Pero no podemos encerrarla por siempre, por lo que muy probablemente en la siguiente ocasión, cuando nos enfademos, tendremos rabia acumulada, que se sumará a nuestro nuevo enfado, y entonces será incontenible y se desbordará.

A veces nos enojamos mucho por cosas que no son tan graves. Tenemos mayor enfado que lo que merece ese asunto concreto. Y es que, en el fondo, no solo nos enojamos por lo que está pasando en ese momento sino por todo aquello que teníamos dentro y no dejamos salir en su momento.

Contener la ira únicamente sirve si logramos que desaparezca la sensación de enfado, molestia y hasta frustración dentro de nosotros.

¿Es ira o rabia?

Aunque la palabra rabia es empleada en numerosas ocasiones como sinónimo de ira no son exactamente lo mismo. Pongamos un ejemplo para poder entender su diferencia.

Vamos a suponer que hoy tengo una cita muy importante, pero salgo con algo de retraso por lo que me gustaría no encontrar mucho tráfico. Lamentablemente, no tengo tanta suerte y el tráfico está muy saturado y se produce un enorme atasco. Tras 20 minutos parado frente al mismo semáforo, veo pasar las agujas del reloj y me surge un fuerte sentimiento de frustración. Ante ello me fastidio, me enfado con cada uno de los conductores de los demás coches, reniego, y quisiera que todos desaparecieran.

De pronto, todos empiezan a avanzar y empiezo a sentirme mejor. Cuando llego a mi cita, justo a tiempo, el mal genio se me pasa y hasta me animo a contarle a mi acompañante la anécdota que acabo de vivir. En este caso yo he experimentado rabia.

Pero qué pasa si en medio de esa congestión de vehículos, mientras estoy molesto y enfadado por la situación, un coche en su intento por pasar choca conmigo y hace un rayón en mi automóvil. En ese momento toda mi frustración se incrementa, siento tanta cólera que quiero agarrar a aquel descuidado conductor, ya no me basta con que los coches se muevan y me dejen el camino libre, tengo ganas de destruir su coche. En ese momento, estoy sintiendo ira.

La diferencia entre la rabia y la ira es que mientras la rabia solo busca que aquello que genera nuestra frustración desaparezca (como el tráfico) la ira busca dañar, destruir aquello que causa nuestra molestia, de modo que se asegure que esto nunca más nos vuelva a molestar.

La ira, por tanto, es más destructiva que la rabia, más violenta, y puede meternos en más problemas.

Por último, recuerda que puedes aplicar estos consejos o muchos otros, pero lo cierto es que el único capaz de controlar la ira eres tú mismo. Eso es algo que nadie puede hacer por ti. Tú eres el dueño de tus propias emociones y de tus conductas, así que manos a la obra y no permitas que la ira te domine.