La claustrofobia es una de las fobias más conocidas por todos. Encontramos representaciones de la misma en el cine y la literatura y es, en general, una palabra que define una enfermedad muy concreta, con unos síntomas muy característicos.
Tal vez se deba a que la gran mayoría de nosotros nos hemos sentido en algún momento “encerrados” en determinado lugar y hemos podido experimentar, en cierta medida, lo que las personas con claustrofobia sienten.
¿Qué es la claustrofobia?
Aunque todos hemos escuchado esta palabra, siempre es bueno definirla correctamente:
La claustrofobia es un trastorno de la ansiedad, en el cual el individuo presenta un miedo muy intenso e irracional a permanecer en espacios cerrados, estrechos y/o poco iluminados.(1)
Lugares como los ascensores, los buses o trenes, las habitaciones pequeñas y con poca ventilación e iluminación pueden generar niveles tan elevados de ansiedad que el individuo tenga la sensación de que podría morir si permanece en dicho sitio.
¿Cuáles son las causas de la claustrofobia?
Las causas pueden ser muy variadas dependiendo de cada uno de los casos, pero analicemos las más recurrentes.
Malas experiencias pasadas
¿Qué pasaría si un buen día te subes a un ascensor y de pronto te quedas encerrado en él? Como te encuentras solo, no puedes recurrir a nadie, la batería de tu móvil se acabó y ninguna persona parece atender al timbre de alarma. Pasan muchas horas antes de ser rescatado mientras vives momentos de angustia y desesperación.
Tras vivir esta experiencia, ¿volverías a subir a un ascensor como si nada hubiera pasado? Muy probablemente no, pues se activarían en ti una serie de recuerdos desagradables y te daría mucho miedo volver a pasar por lo mismo.
A veces la claustrofobia puede surgir de esta manera, es decir, puede comenzar a raíz de una mala experiencia pasada. Sin embargo, no todas las personas que han tenido una experiencia similar sufren claustrofobia, ¿por qué? La respuesta puede estar en las siguientes causas:
Predisposición a la ansiedad
Algunos individuos tienden ser un tanto aprensivos y ansiosos, mientras otras son un poco más serenos y relajados. Esto se debe, en parte, a las diferencias individuales propias de cada uno.(1)
Volvamos al ejemplo del ascensor. Supongamos que se quedan encerrados en el elevador Pedro y Juan. Pedro suele ser muy sereno y rara vez se altera, Pedro se preocupa por la situación, se siente incómodo y considera que todo este hecho fue muy desagradable, pero no llega a sentirse desesperado pues sabe que más tarde o más temprano será rescatado.
Cuando todo acaba, Pedro le cuenta lo sucedido a sus amistades y hasta se ríe de la situación. A los pocos días, cuando Pedro tiene que volver a tomar el ascensor, recuerda lo sucedido, lo piensa unos segundos, y luego decide que no puede tener tan mala suerte como para que le ocurra lo mismo en tan poco espacio de tiempo, así que sube al ascensor y se olvida del asunto.
Juan en cambio, es una persona muy ansiosa. Cuando se quedan encerrados, Juan lo ve como un evento trágico, con el paso de los minutos se desespera cada vez más, suda mucho, le falta el aire. Juan cree que jamás serán rescatados y que morirán ahí encerrados. Los sentimientos de angustia y frustración son demasiado fuertes para él.
Al final de la experiencia, Juan siente que fue el peor día de su vida. A los pocos días, cuando Juan debe usar de nuevo el ascensor, le vienen demasiadas ideas a la cabeza, su ansiedad aumenta y al final prefiere ir por las escaleras.
¿Quién de los dos crees que está desarrollando una claustrofobia? Sin duda Juan tiene síntomas de claustrofobia mientras que Pedro no.
Las características personales de cada uno harán que sientan el mismo hecho de modos distintos, por lo que uno de ellos puede terminar generando una claustrofobia y el otro no.
Pero sería bueno preguntarnos por qué Juan es más ansioso que Pedro. Muchas veces la respuesta a este asunto está en nuestros primeros años de vida. Veamos la siguiente causa:
Traumas de la infancia
Los niños pequeños viven las experiencias con más intensidad, pues no tienen la capacidad de procesar racionalmente lo que les está ocurriendo. Las emociones los desbordan, tanto las positivas como las negativas.(2)
Si en el hogar la ansiedad está siempre presente, bien sea porque los padres son muy ansiosos, o bien porque las relaciones familiares son tensas y se genera un clima de zozobra constante, el niño aprenderá a vivir con ansiedad y de adulto será más como Juan y menos como Pedro.
A veces también en la infancia se pueden generar huellas tan profundas que la persona ya no necesita vivir ningún evento traumático más adelante para desarrollar una claustrofobia aguda.(2)
Supongamos, por ejemplo, que a Andrés de pequeño lo castigaban llevándolo a un cuarto muy pequeño y oscuro donde debía permanecer largos minutos hasta que se calmara y dejara de llorar. Esta experiencia puede haber sido extremadamente traumática para él y podría explicar perfectamente por qué ahora, de adulto, Andrés sufre claustrofobia.
¿Cuáles son los síntomas de la claustrofobia?
Generalmente la claustrofobia tiene dos componentes que son los responsables de generar ansiedad en las personas que la padecen:
- Miedo a la restricción: La claustrofobia es el temor a quedarse encerrado (enclaustrado). Por lo que no es de extrañar que se tema a espacios reducidos, donde la persona puede sentirse como acorralada, con poca capacidad de movimiento. En otras palabras, restringida. Y esta sensación de no poder desplazarse por donde desee, o de tener que permanecer mucho tiempo en un espacio reducido, le genera ansiedad.(1)
- Miedo a la asfixia: Si nos encontramos en un lugar muy pequeño y con poca ventilación, ¿qué podría faltarnos? La respuesta que todo claustrofóbico dará es el aire. Las personas con esta fobia tienen mucho miedo a quedarse sin oxígeno o que el poco oxígeno disponible se acabe pronto.(2)
Esta idea de quedarse sin aire para respirar los lleva a tener la sensación de ahogo o asfixia. Sienten que les falta el aire y que les cuesta respirar. Aunque en realidad sus dificultades respiratorias son más producto de sus miedos que de la ausencia real de oxígeno.
Ambos componentes generan en la persona síntomas de ansiedad diversos como pueden ser:
- Sudoración excesiva.
- Mareos.
- Náuseas.
- Visión borrosa.
- Sensación de ahogo.
- Dolor de estómago.
- Tensión muscular.
La intensidad y variedad de los síntomas dependerá de cada paciente en particular.
Superar la claustrofobia ¿Se puede?
Afortunadamente la respuesta es que sí. Revisemos un poco el tratamiento de esta fobia:
Tratamiento farmacológico
En los casos donde los síntomas de ansiedad sean muy marcados e intensos necesitaremos controlar estas emociones desbordadas, por lo que sería recomendable recibir medicación para la ansiedad, de tal modo que podamos controlar mejor este aspecto.(3) No debemos olvidar que en todos los casos la medicación debe ser suministrada por un profesional capacitado del área de la salud.
Psicoterapia
Aunque la variedad de terapias psicológicas es muy grande, las fobias suelen tratarse con lo que se conoce como la terapia cognitiva conductual. Esta terapia está basada en tres pilares:
1. Control de la ansiedad
La persona con claustrofobia no tiene todos los síntomas ansiosos en su máxima expresión en milésimas de segundo. La ansiedad va creciendo dentro de la persona y con ello los síntomas se hacen cada vez más intensos hasta llegar a ser incontrolables.
Pero, ¿qué pasa si atacamos la ansiedad justo cuando se está iniciando? ¿Qué pasa si recuperamos el control y no dejamos que sea la ansiedad la que nos controle? Si logramos esto romperemos el círculo vicioso y el paciente podrá dejar de sentir ese miedo intenso cuando se encuentre en los lugares que él tanto teme.
Por lo tanto, en la psicoterapia, el terapeuta debe enseñar al paciente técnicas de relajación y de respiración que afectado podrá poner en práctica cuando reconozca que la ansiedad está incrementándose en su persona.(3)
2. Control de los pensamientos anticipatorios
Muchas veces nos ponemos ansiosos no por lo que nos está pasando, sino por el temor a lo que nos puede llegar a pasar. Por ejemplo, vemos el ascensor y pensamos que si nos subimos nos sentiremos mal, que los segundos se nos harán eternos, que nos faltará el aire y no podremos respirar y así un sin número de ideas de cosas que, aunque no nos están ocurriendo ahora, van incrementando nuestra ansiedad.
En terapia, se le enseñará al paciente a no anticiparse de manera negativa, a centrarse en lo que está viviendo en el momento determinado en vez de sufrir por lo que aún no ocurrió y tal vez nunca ocurra.(4)
3. Enfrentar los miedos
Para poder curarnos del todo tenemos que ser capaces de hacer lo que tanto nos cuesta hacer. No podemos decir que lo superamos si no logramos ascender en el ascensor y preferimos subir 10 pisos por las escaleras.
Por lo tanto, en la terapia, se realiza una lista de todas las cosas, situaciones y lugares que a la persona le generan ansiedad. De tal modo que, de forma paulatina, y guiada el sujeto se vaya enfrentando a aquello que le teme. Solamente cuando enfrentamos nuestros temores y nos damos cuenta que son irreales podemos vencerlos.
Una forma de realizar terapia de afrontamiento en la actualidad es a través del tratamiento mediante realidad virtual, en donde, por medio de dispositivos tecnológicos, las personas con el diagnóstico de claustrofobia puede tener contacto con el estímulo aversivo en un contexto controlado, en compañía del terapeuta.(4)
Esta terapia sería importante y eficaz para la sesiones en vivo con el estímulo que produce la fobia (p.ej, ascensores, habitaciones, automóviles, entre otros).
¿Se puede superar la claustrofobia? Sí, pero no existen remedios mágicos. Debemos poner de nuestra parte y, con esfuerzo y fortaleza interior, podremos superar nuestros temores. Sobre todo, cuando dichos temores nos impiden vivir una vida más plena y feliz.